

Habíamos quedado a las 8:30 en la gasolinera que está saliendo de Alcalá, allí nos fuimos encontrando todos. Tras los saludos de rigor, nos dirigimos hasta el Acantilado de los Gigantes, donde nos recogería un micro que el grupo había alquilado para llevarnos hasta Masca, punto de partida de este recorrido.

Ya en Masca (600 m.s.n.m), nos colgamos los morrales y tras las primeras fotos, iniciamos la marcha a las 10 de la mañana. En esta parte del barranco el camino está bien definido, sin posibilidad de pérdida, cruza un puente, recientemente reconstruído tras el incendio que afectó al norte y oeste de Tenerife en el 2007, y continúa su recorrido serpenteante hasta encontrar el cauce del barranco.


Ya en la segunda mitad del recorrido, e inmersos por completo en el cauce del barranco, el camino va jugando con éste, alejándose cuando el caudal es mayor y volviendo de nuevo cuando es menor, lo que ha dejado rastros de varios caminos, paralelos unos a otros que conducirán todos al mismo lugar.

Tras cuatro horas de recorrido llegamos a la Playa de Masca, sudando por el calor del barranco, lo primero que hicimos fue darnos un remojón en el embarcadero para refrescarnos, tras éste, comimos a la sombra de una de las fincas que hay en la desembocadura y después de un breve descanso, nos fuimos a la zona de la arena para pasar el resto del día bañándonos y disfrutando de la playa.

El barco nos recogería a las 17:30, tras embarcar nos disponemos a seguir admirando el paisaje que desde el mar nos ofrece la vista del Acantilado de los Gigantes, un inmenso murallón piedra que puede sobrepasar los 500 m de altura.

Al pasar por las jaulas de cultivo de peces, pudimos disfrutar de un grupo de 6 o 8 delfines, que alejados de su lugar habitual de estancia, acudían regularmente a este lugar en busca de una comida facil.



