Mabel me ha enviado este bonito texto para que lo publique.
EL DIÁLOGO CON LA MONTAÑA
El alpinismo es el arte de recorrer las montañas encarándose a los mayores peligros con la mayor prudencia.
Damos aquí el nombre de arte a la consumación de un saber en una acción.
No podemos quedarnos en las cimas hay que volver a bajar. ¿ Para qué subir entonces?.
Por esto: lo alto sabe de lo bajo, lo bajo nada sabe de lo alto. Al subir no dejes de tomar nota de todas las dificultades del camino. Al bajar, ya no las verás, pero sabrás que están ahí si te fijaste bien en ellas.
Existe un arte de orientarse por las comarcas bajas recurriendo al recuerdo de lo que vimos cuando estábamos más arriba. Cuando ya no es posible ver, al menos podemos saber.
Ten la vista clavada en la senda que conduce a la cumbre, pero que no se te olvide mirar lo que tienes a tus pies. El último paso depende del primero. No creas que ya has llegado porque divisas la cima. No descuides los pies, asegura el paso siguiente, pero al hacerlo no distraigas la atención de la meta más elevada. El primer paso depende del último.
Cuando vas a la aventura, deja algún rastro de tu paso para que te guíe a la vuelta: una piedra encima de otra, unas hierbas tumbadas de un bastonazo. Pero si llegas a un sitio infranqueable o peligroso, piensa que el rastro que has dejado podría desorientar a quienes pretendan seguirlo .Da pues marcha atrás para borrar el rastro de tu paso.
Esto va con todo aquel que pretenda dejar en este mundo rastro de su paso. Al tiempo, y sin pretenderlo, siempre se deja rastro. Responde de tus rastros ante tus semejantes.
En los momentos difíciles te sorprenderás con frecuencia hablando a la montaña, a veces halagándola, otras insultándola, a ratos prometiendo, otras amenazando; y te parecerá que la montaña contesta. Debes saber que tu diálogo con la naturaleza sólo era la imagen, exterior a ti, de un diálogo que transcurría por dentro.
(Texto extraído del libro “La Montaña Análoga” de René Daumal)